domingo, 23 de septiembre de 2012

179

Se elapsó otra erupción de tiempo y los haces de las linternas y el romperse de las hierbas al ser pisoteadas, se me aproximaban de tal modo que comprendí que en seguida estarían ahí. Yo seguía tumbado y sin desarrollo de movimiento. Me asusté al ver la indiferencia que me provocaba el oír mi nombre vocalizado a través de la breve distancia interpuesta. Recordaba que en sus primeras evocaciones algo me había movido a componer amago de responder. Ahora, sin embargo, me abstenía de vocalizar nada y el despliegue fónico de mi nombre por la canalización asilvestrada de entre la espesura, sólo me generaba apatía. De repente, el entorno se intesificó en luminosidad y un destello de linterna concentrado me noqueó los ojos. Después sobrevinieron unos afilados y estridentes ladridos inquietos de perros moviéndose entre la maleza y al final el torrente nocturno se hizo nítido bramido " Aquí está! Está aquí! Lo hemos encontrado; venid! venid! Dios mío, está en medio de la corriente! venid, venid, deprisa, estará congelado!". Moví la cabeza hacia la izquierda y entre el destello cegador de las linternas, divisé varias figuras abalanzarse ya sobre mí y retirarme con fuerza, entre frenéticos chapoteos, de la corriente del remanso en forma de cuña donde había permanecido tumbado un sinfín de horas. Mientras me retiraban alcancé a ver como alguien más lejano se erguía en la otra orilla asiendo por la correa a dos perros que ladraban nerviosos, despidiendo, con cada aullido, vaharadas eléctricas de vapor concentrado por de entre sus colmillos movidos alocadamente. Las figuras humanas me levantaron, gané en ellas sostenido, unos metros ingrávidos en desplazamiento y al final me tumbaron en un claro mientras me observaban con rostros visiblemente alterados. De vez en cuando, alguno de ellos se volvía y seguía voceando a la noche " Rápido, rápido venid; está empapado!..." para desplomarme después: " Chaval, `¿pero qué has hecho? te podías haber quedado frito de frío ahí en el torrente". Yo les miraba medio aterido, aturdido y distante a la vez y sumido en un completo silencio que no sabía discernir hasta que punto era atribuible a mi debilidad física , o bien contenía posos impetuosos de volición y decisión tomada. De pronto, el escenario se iluminó por completo, alimentado por un frenesí de luces convergiendo al unísono. A la vez, las cañas de esa parte del torrente cedieron en un chirriante chasquido quebrantador, a través de cuya empalizada venida abajo, empezó a surgir en contínuo, una borboteante serie de figuras humanas que se sucedían tumultuosas y a pleno lamento, para disponerse en inestable y angusiado círculo observador, a mi alrededor.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

178

Me despertaron unos agitados ladridos de perro. Los oí primero lejanamente, como a muchas proyecciones, pero rápidamente se fueron intensificando y en nada parecieron estar ahí, al tocar. Eran unos ladridos espasmódicos y frenéticos; estremecían. Abrí los ojos y una oscuridad densa, de noche implacable, me envolvía. Tenía las piernas tumefactas y la espalda y los brazos bloqueados por el frío. Miré el reloj, y a través de su esfera tomada por el lodo y de lo oscuro del entorno, vi que señalaba una hora imposible, a menos que hubiera estado durmiendo 24 horas seguidas, tumbado en maceración viva con aquel lecho insalubre de lodo, piedras y agua remansada. Clavé la vista un poco más en el reloj y advertí que la aguja de los segundos estaba detenida. El mecanismo, seguramente por el contacto abierto con la corriente, había dejado de funcionar y llevaría hodas detenido. Ahora junto con los ladridos acerdándose, oía nítido el chasquido continuado, seco y penetrante de cañas de ribera al romperse bajo el aplastamiento de algún peso al avanzar, y el rumor quebradizo del chapoteo de aguas lejanas al ser recorridas. A la vez, y de manera progresiva, empecé a detectar la emisión apagada al principio, luego ya asentadas de un contínuo de voces que también sonaban agitadas en aquella atmósfera queda del torrente nocturno. Y al igual que los ladridos, parecían ir concentrándose en dirección a donde yo yacía. Giré la cabeza casi anquilosada por tanto tumbado, y a lo lejos, por de entre la espesura de la vegetación en penumbra, detecté un fulgor de luz de haces de linternas, moviéndose inquieto y afilado y resiguiendo el paisaje en todas direcciones. Apenas podía seguir su estela luminosa multidireccional y en muy poco empecé a detectarlas visiblemente más cercanas en su intensa y concentrada luminosidad. Era evidente que también venían a mí. Y pasado un breve lapso, empezó a alcanzarme por de entre el murmullo apelotonado y cacofónico de las voces, los contornos de una frase perfectamente audible y delimitable silabicamente: " Arpad! Arpad! ¿Estás ahí? Arpad!!! ". Quise levantarme pero me resultó imposible. A cada intento por elevarme, notaba las fuerzas írseme, como si por momentos se hicieran líquidas y se deslizaran por un sumidero abierto hacia el torrente. Porfié varias veces más para incorporarme, pero en todas ellas resbalé deshecho al suelo y al final desistí de insistir....

miércoles, 29 de agosto de 2012

177

Ploff. Percibí el ruido de mi cuerpo al desplomarse y penetrar en la concentración líquida remansada de ese entrante que el torrente practiaba en la ribera. Inmediatamente, sentí la humedad apoderarse de mis ropas, hacerlas suyas, traspasarlas, y alcanzarme la piel en descargas frías y desagradables. Todo yo estaba siendo tomado por la humedad, pero carecía ya de fuerzas para huir de aquel abrazo de fango y lodo y tumefacción. Me hallaba boca arriba y la corriente debía de tomarme en mi mitad Por encima de mí, la bóveda vegetal de las ramas y las copas de los árboles, en cicatrizante clausura, apenas dejaban espacio a la penetración de la luz. Sentía el frío arreciar y el cuerpo entumercérseme, pero me encontraba tan agotado por las avalanchas del día que me hallaba impotente para modificar nada. Y en último, no tenía diáfano como operar tras aquello. La energía se me estaba yendo como por un sumidero. Realicé un último movimiento y logré separarme un breve dilatado de la corriente. Entonces, con una pulsión de autómata, abrí de nuevo la mano donde se retorcían los restos quebrados de los versos a Raquel. Aun en mi posición medio helicoidal y a través de las anfractuosidades de la situación, conseguí alcanzar algún destello de estrofa: " Ahora entiendo el azul del mar/ y la blancura de las nubes/ y la palidez argéntea de la luna/y la fragancia de las rosas/ y los parpadeos de las estrellas/ y el rápido prorrumpir de un cometa en lo nigérrimo de la noche.../todo ello no es más que un homenaje a ti" pude leer,aún, desde mi tortuosa posición, en ese papel tumoroso por la vesanía de incomprensión de Raquel. El trozo del verso en el magullado papel, en donde todo yo viajaba, se rompía entonces en seco y ya no era posible leer nada más. La brusquedad de Raquel al rasgar mis versos se había llevado por delante su trozo colindante. Sentí en ese momento una descarga de frío mucho más intensa aún que la que me estaba provocando el contacto con la corriente adosada en fijo ya,a mi espalda. En un último gesto reflejo, obturé la mano con el remanente de los versos seccionados y cerré intensamente los ojos bajo la luz filtradamente mortecina del día en penumbra....

lunes, 6 de agosto de 2012

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Toparme, ni que fuera de soslayo, con los remanentes de los versos quebrados por las manos tomadas en ira de Raquel, me reabrió otra vez el escenario de acumulada alta toxicidad del día, y toda la carga de crudeza e incomprensión que esa mañana había ido almacenando en un convulso crescendo, pareció desplomarse en bloque hacia mí, con los contornos de un contacto físico. Cerré definitivamente la mano con ese resto escrito de los versos cercenados y avancé un par de pasos con los pies sumergidos en el caudal. El flanco del torrente se deslizaba manso a ambos lados de mis tobillos y por de entre ellos, pero yo apenas notaba su tacto forzosamente frío. Tenía los resortes internos a plena y agotadora combustión y lo que acaecía en lo externo, apenas me alcanzaba. Volví a fijarme entonces en el mordisco que el río practicaba a ese margen de ribera a mis pies, y la imagen de Uk tendido en ese mismo lugar, con las patas delanteras sumergidas en las avanzadas del torrente, se me intensificó. Proyecté medio paso más por encima del fango del lecho, pero me sentía mal y me tambaleé. Intenté por un momento recuperar la verticalidad, pero finalmente, agotado por todas las sacudidas amontonadas del día, desistí de forzar nada´y me sentí caer, direccionando, con el último hálito de fuerza que parecía acompañarme, mi cuerpo en la misma posición oblicua al entrante de agua que Uk, en su agonía, había compuesto un montón de acúmulo de tiempo atrás....

martes, 8 de mayo de 2012

175

La imagen de Uk en ese mismo entrante aguafrío de río, se me reprodujo entonces a todo pormenor; ahí había estado él hacia años, en plena moribundia, respondiendo a la llamada de algúna inescrutable fuerza por de entre la espesura de los árboles. Allí fue donde dejó elapsar sus últimas estampidas de bombeo sanguíneo y allí fue dónde dimos con él, flaco y derrengado,muchas horas después de que aprovechando la intersección de una puerta, se escapara con un sorprendente trote vivo, tras días de petrificado vegetar abúlico y mirar quebrado. Me seguía produciendo pasmo la incorruptibilidad del lugar en el que todo parecía emanar idéntico a como lo recordaba, con el torrente deslizándose a igual velocidad, a impulsos de un caudal similar y con la vegetación conservando las dimensiones y el tono y la cromía de ese periclitado día. Yo miraba una y otra vez el mordisco fangoso que el río clavaba en la ribera y la estampa de Uk y de su cuerpo punzado por el tiempo, con la lacra de la enfermedad asomándose a sus costillas expuestas y sus ojos tomados por el brillo mate de la conciencia de que el Adiós estaba ahí ya, se me seguía dibujando con una total nitidez. Avancé un poco y mis pies entraron en contacto con la fría corriente remansada de la cuña, pero no me imprimió ninguna importancia. El destello de la imagen de Uk se intensificó. Entonces, incapaz ya de desviar la mirada de ese cubil, me llevé la mano al bolsillo y extraje el remanente de folio con los restos descuartizados de los poemas triturados por los dedos en furibundia de Raquel. Parecían esas líneas maltratadas abrasarme al contacto y antes de sellarlas en mi mano, no pude soslayar dirigir un hálito de mirada hacia ese trozo de arrugado papel ajado, en una de cuyas protuberancias aún agonizaba un despojo de verso : "¿Por qué, qué realidad es un día sin tu destello sobre el paisaje? ¿Qué dimensión es un día sin haberte visto?¿Qué proyecto de la nada es un día sin la esperanza de que te voy a ver? ¿Qué es un día sin la infusión a vena de saber que compartimos espacio y tiempo y que no habitas donde habita el olvido???...

viernes, 13 de abril de 2012

174

El entrante en forma de cuña aspada lateral al torrente, se simultaneaba en idéntico con el recuerdo que de él conservaba. Algunos brotes inconexos de vegetación, lo encuadraban en su forma de acogedora herradura, como siguiendo algunas regladas instrucciones de origen ignoto. Yo detuve mi paso y me quedé, con la vista baja, direccionando mi haz visual hacia ese esculpido en el fango recoveco, medio terroso, medio fluvial. Notaba como por el extremo bajo de mis pantalones empapados, se deslizaban gotas del resto del chapuzón y se me filtraban aceleradas e incansables, por entre la fisura que conformaban los calcetines y los zapatos embebidos. Me seguía sorprendiendo la inalterabilidad del escenario, calcado al milímetro al que rememoraba, como obturados en superposición ambos en el tiempo. Y de repente el recuerdo estraficado en mil composiciones de Uk se me desplomó encima. Por entre el silencio del lugar, sólo roto por el murmullo de la corriente en huída perpetua, y su estatismo sellado al mundo, vi de nuevo el cuerpo de Uk devastado por el tiempo, torcido, recogido en un principio de postura fetal hacia si, estirado sobre el fango, con manchas de lodo pegajogo y seco cubriendo su pelo una vez intensamente negro; vi sus patas delanteras, con sus uñas inmóviles zambullidas en un espasmo de corriente, indiferentes ya al arañazo del frío líquido; vi su cola, con el remate sin pelo y abierto en herida, quieta y levemente curvada sobre sus moribundas patas traseras establecidas en lateral sobre el negruzco lodo de la orilla; vi sus orejas caídas y adosadas replegadas a los flancos de su cabeza a nada del gélido abrazo del torrente; vi su cuerpo enflaquecido, con las costillas perfectamente delimitables a traves de su piel demacrada, elevarse y bajar al ritmo de una inspiración de hálito espaciada, dificultosa y moribunda; vi los restos secos de su saliva, establecidos en los arranques laterales de su boca sellada e inmóvil; vi en fin, sus ojos negros tan densos y hondos que parecían conectar con el infinito, mirarme con una mareante intensidad agónica, a través de la cual daba la impresión que se destilaba quimicamente pura, toda la tristeza del mundo......

miércoles, 4 de abril de 2012

173

Avancé por entre las piedras recubiertas de légamo verdoso resbaladizo, hacia el entrante en cuña aspada de la otra ribera. El caudal presentaba ya mucho más volumen en esa porción de torrente y por momentos, me alcanzaba las rodillas. Con claridad, por entre la tela permeable de los pantalones, yo percibía ese unto líquido, empapador, húmedo y delicuescente; pero no me importaba. A intervalos, mis piernas parecían hincarse en el lecho pedregoso y de contornos abruptos y con la presencia de más densidad líquida mis chapoteos habían desaparecido; ahora avanzaba a pasos sordos, tragada su sonoridad acabada de nacer por la corriente en desbanbada rectilínea. Conformé unos pasos más, y en seguida noté como el fondo del torrente eludía sus irregularidades, se alisaba y pasaba a elevarse; al cabo de muy poco me dí cuenta de que había cruzado el lecho y de que mis pies volvían a chapotear por entre expresiones entredivisas de líquido estancado. Avancé en paralelo a la ribera y tras superar una erupción cañosa de sarpullidos vegetales de tonalidades marrón vainilla mate en mitigada elevación, divisé a nada de mí, a dos pasos de mis piernas entumecidas y mis pantolaones chorreantes, el charco donde la estructura de sus patas cuadrúpedas se había detenido por última vez...